lunes, 15 de junio de 2009

La pezuña del camello


Comentaba el otro día con un amigo (hetero) que lo mejor de junio es la llegada del buen tiempo, la eclosión primaveral y la consiguiente desaparición de abrigos, cazadoras, jerséis y más capas de ropa tapando las carnes de nuestros conciudadanos. ¡Arriba los sobacos peludos y las camisetas de tirantes!

Lo peor y es un hecho incuestionable, es que comenzamos a ver por nuestras calles pezuñas de camello. Para los no entendidos aclararé que se trata de la costumbre (fea) de marcar la vulva (el coño) debajo de la ropa. Como el paquete de los señores, pero en plan W.

Sin duda, no se trata de una tendencia muy apreciada por las revistas. No me imagino un especial sobre pezuñas de camello en la revista de Ana Rosa, por poner un ejemplo a lo tonto: "Saca partido a tu pezuña de camello" o "Pisa fuerte con tu pezuña". Pero bueno, también la minifalda hizo poner el grito en el cielo a muchos en su momento...

Pero es que lo de la vulva, a mi particularmente me pone nervioso. Intuyo que a los chicos les gusta, pero a mi, hace que las tardes madrileñas sean un poco más asquerosas. Siempre que hay un buen sobaco, se aproxima una vulva pezuña venezolana, y la verda, se le va a uno el morbo.

No sé si será una moda (arriesgada: impide el riesgo sanguíneo) pero la verdad no deja de sorpenderme que haya tantas páginas dedicadas a la pezuña en Google. Una de ellas, algún loco ha inventado un dispositivo con velcro que permite lucir una espléndida pezuña de camello postiza. Tiene toda la pinta de ser una broma, espero...

Lo que sí es real es esta página. Se llama "cuchini" y su slogan dice: nuestros labios están sellados. Se trata de un protector de vulva (del coño) para no sentirse como un portero de hockey (que buenas masturbaciones nos han ocasionado a más de uno) .

En la misma página puede contemplarse esta galeria de Celebrities. Qué disgusto, Nicole.

lunes, 8 de junio de 2009

Elecciones europeas

Los resultados de las elecciones europeas confirman esta visión de Juan José Millás.

Triunfo de la derecha, sin discusión. Claro que amparado en una abstención récord y en una ley electoral (al menos la española) más propia de una dictadura bicéfala que de un régimen que merezca llamarse democrático.

Está claro que a los europeos de hoy nos gusta tener la libertad de que, si así los deseamos, poder ser un cabrón, sin que merezcamos siquiera la objeción social. Muy por el contrario, ese gesto de valiente desenfado merece ser aplaudido.

Herencia de 30 años de prédica neoliberal, de un eficiente trabajo de descerebración y de fabricación de la realidad que le conviene al establishment, realizado por los mass media y por los conspicuos "intelectuales" a su servicio.

Evidentemente, nos hemos convencido de que lo mejor es vivir en la Europa de los mercaderes, la del pelotazo, de la especulación, de la "salvación individual", de la exclusión social. Y no la que gestara la Revolución Francesa y el Mayo del 68.

Cada vez más parecidos a los yanquis: cada uno por sí, y dios por todos.

Así nos va. Y así nos va a ir. Es sólo cuestión de (poco) tiempo.

Por eso, ¡que vivan los Aznar, los Fabra, los Camps, los curas violadores, los Berlusconi y todos aquellos que sin sonrojarse decidan asumir su real condición. Aunque sea la de ser unos reverendos hijos de puta.



Sueños por Juan José Millás

Yo quiero estar imputado, como Camps, para ser feliz, para reír con la franqueza con la que ríe él, para divertirme a la entrada y a la salida de los juzgados, para que la gente me aplauda y me jalee como a un actor de moda, para que la alcaldesa de Valencia o cualquier otra se muera por acompañarme, del brazo, a los tribunales de justicia. Tengo derecho a ser feliz, a que me regalen trajes y entradas para el circo, lo mismo que a mi señora y a mis hijos. Yo quiero que mis defectos se hagan públicos y que a la gente le parezcan normales, del mismo modo que parece normal no usar para nada las tarjetas de crédito. Querida, te cojo doce mil euros de la caja de la farmacia, para hacerme unas chaquetas. Vale, corazón, pero no pidas factura, que estoy de papeles hasta el gorro . Yo quiero que las bolsas de plástico con las que la gente me ve ir y venir por la calle estén llenas de billetes de 500 euros y no de judías verdes o lechugas. Yo quiero pagar al contado mis viajes a Sudáfrica (8.000 euros) y devolver 300.000 en billetes de 50 sin que a nadie le parezca raro. ¿Qué pasa? ¿Son obligatorias las transferencias? Yo quiero estar a gusto conmigo mismo, con mi conciencia, como Trillo, que no tiene remordimiento alguno por lo del Yak 42. Lo malo es que yo no he estado implicado en nada raro, ni en estafas, ni en muertes, ni en cohechos, ni en maquinaciones para alterar el valor de las cosas, sólo en pequeñas miserias, en tonterías de andar por casa, en mezquindades que no llaman la atención de los jueces, que no van a ningún sitio. Y por eso, sospecho, sufro de tantos problemas de conciencia y de tantas dificultades para ser feliz. No tengo amiguitos como El Bigotes, como Correa, no frecuento los bajos fondos. Del trabajo a casa y de casa al trabajo, perra vida. Por eso Rita Barberá no me llama para acompañarme al juzgado y echar unas risas por el camino, como los actores cuando atraviesan la alfombra roja. Yo quiero ser un chorizo, no por los trajes, ni por los viajes a Sudáfrica ni por los 300.000 euros que me dan un día y devuelvo al siguiente en bolsas del supermercado, sino para que la gente me quiera más.