lunes, 8 de junio de 2009

Elecciones europeas

Los resultados de las elecciones europeas confirman esta visión de Juan José Millás.

Triunfo de la derecha, sin discusión. Claro que amparado en una abstención récord y en una ley electoral (al menos la española) más propia de una dictadura bicéfala que de un régimen que merezca llamarse democrático.

Está claro que a los europeos de hoy nos gusta tener la libertad de que, si así los deseamos, poder ser un cabrón, sin que merezcamos siquiera la objeción social. Muy por el contrario, ese gesto de valiente desenfado merece ser aplaudido.

Herencia de 30 años de prédica neoliberal, de un eficiente trabajo de descerebración y de fabricación de la realidad que le conviene al establishment, realizado por los mass media y por los conspicuos "intelectuales" a su servicio.

Evidentemente, nos hemos convencido de que lo mejor es vivir en la Europa de los mercaderes, la del pelotazo, de la especulación, de la "salvación individual", de la exclusión social. Y no la que gestara la Revolución Francesa y el Mayo del 68.

Cada vez más parecidos a los yanquis: cada uno por sí, y dios por todos.

Así nos va. Y así nos va a ir. Es sólo cuestión de (poco) tiempo.

Por eso, ¡que vivan los Aznar, los Fabra, los Camps, los curas violadores, los Berlusconi y todos aquellos que sin sonrojarse decidan asumir su real condición. Aunque sea la de ser unos reverendos hijos de puta.



Sueños por Juan José Millás

Yo quiero estar imputado, como Camps, para ser feliz, para reír con la franqueza con la que ríe él, para divertirme a la entrada y a la salida de los juzgados, para que la gente me aplauda y me jalee como a un actor de moda, para que la alcaldesa de Valencia o cualquier otra se muera por acompañarme, del brazo, a los tribunales de justicia. Tengo derecho a ser feliz, a que me regalen trajes y entradas para el circo, lo mismo que a mi señora y a mis hijos. Yo quiero que mis defectos se hagan públicos y que a la gente le parezcan normales, del mismo modo que parece normal no usar para nada las tarjetas de crédito. Querida, te cojo doce mil euros de la caja de la farmacia, para hacerme unas chaquetas. Vale, corazón, pero no pidas factura, que estoy de papeles hasta el gorro . Yo quiero que las bolsas de plástico con las que la gente me ve ir y venir por la calle estén llenas de billetes de 500 euros y no de judías verdes o lechugas. Yo quiero pagar al contado mis viajes a Sudáfrica (8.000 euros) y devolver 300.000 en billetes de 50 sin que a nadie le parezca raro. ¿Qué pasa? ¿Son obligatorias las transferencias? Yo quiero estar a gusto conmigo mismo, con mi conciencia, como Trillo, que no tiene remordimiento alguno por lo del Yak 42. Lo malo es que yo no he estado implicado en nada raro, ni en estafas, ni en muertes, ni en cohechos, ni en maquinaciones para alterar el valor de las cosas, sólo en pequeñas miserias, en tonterías de andar por casa, en mezquindades que no llaman la atención de los jueces, que no van a ningún sitio. Y por eso, sospecho, sufro de tantos problemas de conciencia y de tantas dificultades para ser feliz. No tengo amiguitos como El Bigotes, como Correa, no frecuento los bajos fondos. Del trabajo a casa y de casa al trabajo, perra vida. Por eso Rita Barberá no me llama para acompañarme al juzgado y echar unas risas por el camino, como los actores cuando atraviesan la alfombra roja. Yo quiero ser un chorizo, no por los trajes, ni por los viajes a Sudáfrica ni por los 300.000 euros que me dan un día y devuelvo al siguiente en bolsas del supermercado, sino para que la gente me quiera más.

2 comentarios:

El diario electrónico de L'artishta dijo...

+++

Cuánta razón, amigo ( y cuánto asco me da lo que ha pasado).

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Unknown dijo...

En fin, que asquete da todo el panorama político, que nivel más paupérrimo de riqueza mental mires a donde mires, esto es más que deprimente; te juro que voto por lo mismo que otros comulgan: pura fe.